ItacaX

martes, marzo 07, 2006

San Valentín



(por Matilde Celero, mi corresponsal en el extranjero)

El día de San Valentín no es particularmente una ocasión celebrada en mi patria, al menos no cuando yo me fui. Pero aquí en Dubai, la cultura gringa ha penetrado más allá de lo que puede soportar el Corán.

Como yo no ando con burka, aunque para serles honesta me gusta pintarlas de odalisca, acepté la invitación de Sobhi, un viejo amigo de mi querido Meshel, el hijo del sheik. Sobhi cree que somos novios, yo pienso que es mejor pájaro en mano... bueno ustedes entenderán.

Este par de personajes se criaron en Europa, o sea son dos openmind según mi clasificación, aunque eso no les quita la categoría de hombres. Presumo que tienen una apuesta la cual aparento no descubrir y así mantengo intactas las ilusiones del par de machos de Mahoma.

La noche del 13 de febrero fui a cenar al Fairmont Hotel en Sheikh Zayed Road, con Sobhi. Le dije que no quería regalos de San Valentín, la mayoría me parecen relamidos y poco interesantes -hay excepciones eso sí, jeje.

Mi voz debe haberle sonado bastante inflexible por teléfono así que me propuso ir a cenar comida italiana lo que me pareció bien, considerando las excentricidades de mi amigo Meshel.

Por fin alguien que degusta comida que puedes reconocer en el plato -pensé. Unas pastas son iguales aquí o en la quebrada del ají, aunque prefiero las de acá claro está.

El hombre fue a recogerme puntual (22:30 horas) en el estilo de su compadre: auto vistoso, sonrisa amplia, traje Armani. Llegamos al hotel como dos tórtolos, yo una sonrisa, él un guiño cómplice. Perfecto. Saludé al garzón que me miró complacido y luego con el rabillo del ojo.

Después de avanzar por mesa y mesas sin encontrar ningún ser humano a la redonda le pregunté al garzon dónde estaba el resto del planeta. Me contestó flemático:

-"Mister Agha ha reservado el restorán para usted."

Tragué saliva, no del todo la verdad, así que empiné entera la copa de vino blanco que habíamos pedido. Garzón y amigo me miraron consternados. A estas alturas estaba claro que no era una mujer estilo Corán.

-¿De qué se trata todo esto Shobi?
-Lo sabrás durante el postre- me susurró al oído.

A partir de entonces las pastas me parecieron odiosas, tiesas y difíciles de tragar, así que tuve que acompañarlas con vino no más. Cuando iba como en la cuarta copa recién me tranquilicé. Shobi la verdad también empinó el codo y estaba más alegre de lo habitual. Se puso hablarme en árabe o una lengua muerta, no sé, y me miraba con cara de cordero degollado -que allá si que hay- y me decía cosas con tono acaramelado.

Cuando llegamos al postre los dos estábamos muertos de curados. Intentó acercarse a un escenario pero tropezó estrepitósamente. Llegó por fin al piano de cola negro dispuesto estratégicamente y empezó a tocar una canción en inglés que no sé si balbuceaba marriage o merry christmas.

Cuando terminó, nos miramos fijos y ambos soltamos la carcajada.

Apenas abrazados salimos del hotel y el chofer de Shobi dirigió nuestros destinos.

Me quedé en su casa y por la mañana salí corriendo cual cenicienta. Lo que dejé olvidado estaba en una pequeña caja y calzaba perfectamente en mi dedo anular.