Percibimos el mundo como si estuviéramos editándolo todo el tiempo; es decir, sacamos del mundo lo que necesitamos, lo que nos interesa. Todo lo demás se aleja. La calle se encuentra en otro plano de la percepción, puede ser muy precisa por casualidad o a través del esfuerzo de la voluntad. Entonces podemos percibir los momentos de la vida de la calle en un primer plano y de cerca. Así nos manejamos a nosotros mismos dentro de la corriente ininterrumpida de la vida.
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