No son deseos frustrados
Hoy le estoy hablando a tus pasos.
Converso con esa manera graciosa que tienes de caminar sobre tus zapatos
Me alborota tu ridiculez altiva, tu postura de los años cuarenta. Tu sonrisa recta cortada apenas por dos líneas de labios.
Me gustaría oírte cantar un tango con sonido de fonola. Medio caído el sombrero, en la comisura de la boca apoyado sólo por milagro el cigarro
y apurando el vaso de vino blanco, obsequio de una descarada
que se fuma hasta los dedos al otro lado del cuarto.
No son deseos frustrados -te lo aseguro-
Si yo te viera como te digo, me reiría tres horas seguidas sobre el techo de tu casa.
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