ItacaX

domingo, julio 23, 2006

Torcuato


Cuando por fin estuvo a los once metros de distancia reglamentaria, Torcuato pensó en su pueblo de Cobquecura. Pudo ver la cara del guata Oyarzún con las manos alrededor de las mejillas, como una flor obesa. Su madre soltando el tejido y con asomo de lágrima inconclusa. En el último minuto del partido, Torcuato estaba para ganar, para deshacer de un puntete las esperanzas del zaguero. Retrocedió, tomó vuelo, se limpió el sudor de la frente y metió primera. El cuerpo se le movió solito, las zapatillas también. A centímetros del golpe, las gradas del estadio mundialista estallaban. Torcuato definía el partido. Plegó la cadera y disparó tan fuerte que salió despedido junto al balón. La gente quedó de pié y luego en silencio... Los jugadores saltaron hacia atrás, como evitando una desgracia. Hombre y pelota se mezclaron en el trayecto, aguantados ambos al fondo de la red. El árbitro, confundido, cobró el gol. Tomó al hombre-pelota y se dirigió al centro de la cancha para pitar terminando el pleito. El capitán del equipo se llevó la copa en un brazo y en el otro al engendro. No sabían si celebrar pero igual se tomaron la foto oficial. La FIFA guardó silencio y pronto nadie quiso saber del destino del monstruo . Ni siquiera en Cobquecura, porque el mismo día del partido, el papel picado quedó flotando y la gente en pausa.

Imagen base en www.candileri.com.ar/Oleos.htm