ItacaX

domingo, junio 25, 2006

Radar de losers


(Por Matilde Celero, mi corresponsal en el extranjero)

Mi condición de Directora de alojamiento del Departamento de Turismo de un prestigiado hotel en Dubai, unido al Master en Marketing Turístico que realicé en algún momento de mi vida que poco recuerdo, me tenían un poco aburrida la verdad. Además de mis dos arabians lovers y la vista panorámica del penthouse, los días se hacen a veces espectacularmente -hablo de manera literal- tediosos.

Sin embargo, hay jornadas en que algunos pequeños saltos dramáticos hacen que una vuelva a sorprenderse un poco.

Hace un par de días, mi jefe me pidió atender a un huésped incógnito. Lo único que me contó fue que el tipo era realmente famoso. Pensé en Mel Gibson, Ted Turner o mejor, Di Caprio o Brad Pitt a quien podría desearle un bonito día del padre. Pero mi jefe no me dijo nada.

Llegué al lobby bar que dispusieron especialmente para nuestro encuentro en el piso 25. Cuando pisé el umbral del recinto había un
montón de gente y dos guardaespaldas. Me estaba asustando, pensé que me tocaría hablar con el baboso de George Bush. Crucé la puerta y me senté en el sillón. La asistente del tipo famoso me dijo:

-El señor Jean viene en cinco minutos

Jean...Jean... ¿Jean Paul Belmondo? No, demasiado viejo. Jean Paul Sartre ¿vive aún? ¿ Jean Piaget? ¿Jean Pierre Jeunet? ¿Jean Pierre Rosnay? No importa, cualquier Jean valía la pena. Me preparé para un intelectual francés. Saqué mi lista de vinos chilenos para pavonear con un par de viñas pequeñas del valle del Maule. Eso sin duda deja baboso a cualquiera, siempre que le guste el vino ¿le gustará? Francés+Francia= Vino. De más.

De pronto, la puerta se abre y en medio de la penumbra se aproxima una media tonelada de hombre. ¿Por qué no me dijeron que los intelectuales franceses ahora van al gimnasio? La asistente avanzó un paso y me dijo:

-Madamme, le presento al monsieur Van Dame.

¿Jean Claude Van Dame? Mierda ¿y qué le pregunto? No tengo idea de patadas y artes marciales. Para mí el karate y cualquier otra disciplina de golpes son lo mismo. A guardar la carta de vinos no más.

-Conchesuma... fue lo único más chileno que me salió. Por suerte no sabían una pizca de español, así que pasé colada.
-Hola, por favor siéntate- me dijo al observar mi cara de pendeja ¿Cuál es tu nombre?
-Matilde -le dije con voz idiota.

Hay un dispositivo femenino que se activa con el detonador de la fama. Sin querer, me había vuelto una gatita que mira un ovillo de lana para enredarlo entre las patas. Jean Claude no es mi actor favorito, ni lo va a ser, pero había algo bonito en él que supongo se relacionaba con la palabra famoso.

-Mister Van Dame...
-No por favor, llámame Jean Claude

¿Qué lo llame Jean...? ¿Jean Claude? Ya me gustó el tipo.

-De qué país eres.
-De un pequeño país sudamericano. Tiene un nombre gracioso: Chile.
-Oh, me encantan los vinos chilenos

¿Qué? Me quiero casar.

-¿Hay alguno en la cava del hotel? dijo el hombrón con absoluto control del espacio.

Mandé pedir altiro un Camino Real Cavernet Sauvignon Gran Reserva al que le tenía echado el ojo desde hacía rato.

-¿Conoces Chile Jean Claude?
-Sí, me llevaron un día a un show de televisión. Un tipo con lentes que se reía como gaita. Fue divertido.

Carcuro, claro, nuestra vergüenza nacional, pensé.

-No creo saber de qué show me hablas -dije-. Chile es conocido por sus vinos y por sus dos premios Nobel de lite...

-Pablo Neruda y Gabriela Mistral -dijo Van Dame.

¿Qué? Esta es una cámara indiscreta del programa de Carcuro, sin lugar a dudas. Comencé a mirar de soslayo para encontrar la cámara pero no lo logré.

-Puedo escribir los versos más tristes esta noche- comenzó el belga karateca con marcado acento francés.

Dios este tipo me está karateando emocionalmente pensé. Di un golpe bajo y le susurré los versos del capitán. El tipo quedó embobado.

Cuando llegó por fin la mesera abrió el vino con las manos temblorosas, Jean Claude la miró y le dijo:

-No te preocupes, no voy a molestarme por nada.

La chica se sonrojó y partió muy rápido. Yo pensaba en el tiempo que perdí no viendo películas de artes marciales. Le podía haber comentado la patada magistral de Contacto Sangriento, o el desapego mecánico de Cyborg. Podía haberle preguntado si efectivamente se había ido o lo habían echado de la película esa donde era un monstruo transparente. Eso si las hubiera visto enteras y no por pedazos, sinopsis o cualquier estrategia que me liberara de la tortura del visionado.

Jean Claude y sus músculos se veían tan dóciles y armónicos. Su sonrisa no era la de un hombre furioso. Yo flotaba en el aire.

-Quiero reservar el restorán italiano. Me gustaría tener un poco de privacidad.

Chutas, tengo muchas reservaciones, pensé ¿Cómo le digo que no? A medias, pues, es la mejor manera.

-Claro que sí podemos, salvo que sólo la mitad del restorán. Podemos cerrarla para ti y asegurar completa privacidad.

-¿La mitad? Mhhhh, no es lo que estaba pensado. ¿Hay alguna manera de repararlo?
-Sugiere y veré qué puedo hacer.
-Pues vente a terminar el vino conmigo hoy.

Putas, estoy soñando pensé. Sí es cierto, no me gustan sus películas, ni sus actuaciones afectadas, sus parlamentos cortos única forma de asegurar que no aparezca idiota...pero aquí mirándolo, sonriendo, estoy dispuesta a tomarme ese vino completito esta noche.

-Así será entonces- le dije y me levanté. Tomó mi mano y le dio el beso de rigor.

Salí media turulata pensando en si tenía un vestido apropiado para la ocasión. Ese día no supe de reservaciones ni de viejas y viejos cu... Ese día yo era una cena.

Llegué a las 8, puntualmente. Allí estaba él esperando con el vino en la mano. Comimos y las botellas fueron siempre cavernet sauvignon y chilenos. Quería probarlos todos. Yo también.

Resultado, a la hora de los quiubos se puso pesado y tuve que darle mi mejor patada de karateca chilensis -emocionalmente hablando, of course. Igual me quedé un besito por ahí y un abrazo por allá. La verdad es que luego del vino el tipo era un trapo mojado y a mí me siguen gustando los hombres bien parados, no sé si me entienden.

Estuvimos hablando el par de días que se quedó en el hotel. Pero no pasó nada aunque todos me preguntaban "¿eres imbécil o qué?" Yo contestaba "o qué".

No me arrepiento, Jean Claude era lindo pero me acordé de un compañero de curso que tenía la misma estructura de Jean -física y mental-. Era lindo pero por algún motivo me resultó repelente al final. Se me antojaba como una suerte de artilugio mamón disfrazado de músculo. Una viscosidad informe presentada como montaña. Supongo que me siguen enganchando los enclenques, medio perdidos, medio extraviados del norte del mundo. En mi lógica en algún lugar tienen escondida una especie de temeridad. Al menos eso espero mientras continúo encendiendo mi radar, el que hasta ahora detecta sólo una gran cantidad de losers.